martes, 21 de junio de 2011

El postergado


Pasó el metal su filo,
por la estrechez de su diestra,
y desde su vida en vilo,
vio desfilar sus memorias,
y en las paredes grabándose,
las escenas, penosa vida,
como un calco de la tarde,
el final, póstumo día.

Al mientras de la siniestra,
y al unísono, al olvido,
de los de sangre cercanos,
e indiferencias extrañas,
bajando la capa negra
los ojos, cubierto el cuerpo
de la eterna siesta, gélida.

Los restos mortales, nada,
al indigente que pasa,
vale una mirada dar,
ido su último respiro,
por un arco de estrellas,
¡al lado de Dios él estará!


(En memoria de todas aquellas personas que son postergadas no sólo en lo material, sino tambien en lo espiritual, en lo afectivo e ignoradas y se van desde este mundo en total soledad y olvido)

La urbe en abandono


La urbe se viste de abandono,
y las moradas de desiertas,
y el aire sedentario,
al compás de la serena lluvia,
chistando sus gotas en los tejados,
y en los árboles, melodiosas,
en la escena nocturna,
más temblorosa que templada.

Un fogonazo inesperado,
en el cielo la contienda,
estruendos, quebrantos, mil pedazos
la guerra feroz,
allá arriba se lleva,
sangrando, derramando
y chapuceando en los charcos,
la sangre de la serena lluvia.

Escucho mi respiración,
y siento de manera extraña,
como experimenta mi piel,
los sonidos de la calle mojada,
y el latir de mi cerebro,
en cada descarga brillante,
que ciega y del cielo baja.

La lucha arriba se ha extinguido,
y la lluvia ha concluido,
y cortado el ambiente,
por el inmenso profundo silencio,
y deambulando por las calles,
ahora La Nada y El Vacío,
y rodeado por sus brazos,
me rapta hacia lo desconocido.